miércoles, 29 de febrero de 2012

A modo de prólogo

A modo de Prologo A 30 años del golpe genocida de 1976, quisimos encontrarnos con las voces de mujeres que escribieron desde y sobre esa época. Elegimos el campo de la creación literaria. En “La Casa del Lenguaje”, los textos elegidos por Hilda Rais, nos hablan del silencio, de la vida cotidiana, de la posibilidad de la vida ganada al horror, de un mueble que simboliza las pérdidas, la identidad y la memoria, de la racionalidad y el abuso del poder, del significado de “salvarse”, de la alegría y la decepción de estar viva, de “no haber muerto en el momento justo”, de las laceraciones que nos dejó el terror. Duele y conmueve leerlas y demuestran que, como dice Hilda: “Hay una literatura que durante esos años, en nuestro país, daba cuenta de lo que nos sucedía, a veces llevando la desesperación a la construcción misma del poema; a veces nombrando de manera velada, oscura, pero circulaba, se compartían libros, en talleres literarios, en la resistencia de las reuniones de lecturas orales, y entendíamos”. Aquella dictadura tuvo un objetivo: acallar las voces y derrotar las luchas que resistían un proyecto de acumulación del capital y de sociedad y proponían otro, más justo y solidario: el socialismo, la liberación nacional. También el feminismo, nacido en el mismo periodo y parte del mismo contexto, sufrió la derrota. Amenazas primero, funcionamiento de catacumbas después. Ese feminismo representaba el resurgir de un movimiento que se había retraído casi 40 años atrás. En su seno circularon numerosas mujeres y diversas tendencias. A una de ellas, el feminismo socialista, nos referimos en este número, a través de artículos y reportajes. Nos encontrábamos con una ausencia en el discurso sobre el feminismo de los 70 y nos asombraba, porque sabíamos que mujeres de izquierda habían sido parte de esa historia. ¿Qué había pasado? ¿Llegaron a formar una corriente? ¿Desarrollaron ideas propias? ¿Todas pertenecían a partidos políticos?. Apenas hemos abierto una puerta, que esperamos sirva para que la indagación continúe y nos ayude a reflexionar sobre el presente. Muchas de nosotras, que fuimos militantes de izquierda en los 70 y que no formamos parte del feminismo de esa época, sentimos, sin embargo, que hay un nexo entre aquellas luchas y nuestra asunción posterior del feminismo. Leemos a Teresa Caferri, esa querida compañera que nos dejó el año pasado, y, en su texto breve y profundo, comprendemos el compromiso subjetivo que implicó la cárcel y la tortura y su posterior y lento revivir. Tere, que se hizo feminista en el exilio, que perteneció varios años a nuestro grupo, que nunca dejó la lucha por los derechos humanos, por los derechos de los/as trabajadores/as, encontró en el feminismo y en el arte lugares de síntesis de su experiencia y, entre mate y platos de pasta –como nos narra Verónica Diz- acercó a otras mujeres a esa experiencia fundamental que fue para ella la comprensión de la opresión de las mujeres y la lucha contra la sociedad patriarcal capitalista. Aquella dictadura no inventó nada. Las torturas, las desapariciones, las violaciones, los asesinatos, concentran, en un nivel extremo, las violaciones cotidianas que, en nuestra sociedad, se ensañan sobre todo con los cuerpos y vidas de mujeres y niñas/os. La prostitución y la trata de mujeres y niñas con ese fin, los secuestros, la tortura, afectan a millones de mujeres en el mundo, con la complicidad de los estados, de la ley y de las ideas. De ello da cuenta el artículo escrito por Marta Fontenla. Pero los hechos no están asilados del imaginario social que los trivializa y los justifica, culpabilizando a las mujeres y eximiendo a los prostituyentes: proxenetas y “clientes”. El texto de Magdalena González analiza este aspecto. En estas violencias cotidianas, muchas veces existe un particular enlace entre género y clase, como el que realiza Diana Staubli –esa entrañable amiga y compañera a la que también perdimos el año pasado- en “Mujeres: la ley del patrón”, al analizar el caso Hoyos, ese hombre que estaba siendo juzgado por la violación de una niña de 12 años, una de las tantas mujeres y niñas que había abusado. Existen otras violencias que podríamos considerar más sutiles, tanto que pasan desapercibidas como tales, pero que producen enfermedad psíquica y física y a veces la muerte. Nos referimos a las políticas de alineación de los cuerpos, a la imagen requerida hoy en nuestro país de cuerpos atléticos, fuertes y esbeltos y a sus consecuencias en angustias, adicciones, esquizofrenias, bulimia, anorexia., que afectan principalmente a las mujeres. Fernanda Gil Lozano hace un interesante análisis en “Nosotras que ya no nos queremos tanto”. Todo este contenido estaría incompleto si no incluyéramos la práctica actual del movimiento. En este sentido, publicamos un artículo escrito por Nélida (Chita) y Marcela D’Angelo sobre el último Encuentro Nacional de Mujeres, celebrado en Jujuy en octubre pasado, así como reproducimos, en la sección “Volanteando”, volantes que expresan algunas de las acciones realizadas en la lucha contra todas estas violencias.

martes, 28 de febrero de 2012

Diana. Charo Márquez Ramos

                                             DIANA
 
Diana, para mí era esa mujer que un ocho de marzo vi entrar con su metro ochenta, su pelo rubio platinado, su porte increíble, su cara de alemana y que me dejó pasmada a mis once años. La que me dió los mejores consejos de mi vida, la que me contó la vida más interesante, la que supo guardar muchos de mis secretos. Mi tía. La que el 23 de octubre del año pasado no se quiso ir porque quería ver quién ganaba las elecciones. La mujer que quiso una celebración en su despedida.

Diana era eso, todo eso junto.
 
Es la persona por la que brindo hoy, a un año de su muerte, como mi tía, como mujer, como lesbiana feminista, como radical (lo digo porque, si es que hay un más allá, le va a gustar que lo diga), como la persona que me decía bicho tan cariñosamente, como la que me marcó un rumbo político no muy inocentemente. Brindo por ella porque me es necesario celebrar su vida, como ella quería.
 
 
 
 
 
 
 
 
                                                                          Charo Márquez Ramos.

La esperanza de Diana. María Moreno

                          La esperanza de Diana 

(de despedidas y legados políticos, tras la muerte de Diana Staubli)
María Moreno
 
(Las/12|Viernes, 02 de Diciembre de 2005)

Medio siglo vivió la feminista Diana Staubli. Aunque el mito relate que murió el 25 de noviembre, Día de la no Violencia contra la Mujer, fue al día siguiente, el 26, rodeada por antiguas y nuevas amigas, algunas para quienes la militancia había armado un duradero hilo afectivo. Diana había sido una radical nacida en el período democrático que llegó a la secretaría general del partido en Vicente López pero siempre con un sesgo propio, no conjugable con la línea oficial y con un interés por la opresión de las mujeres que ella trató que nadie confundiera con un eco enemigo de "rama femenina", y donde la educación y el medio ambiente dejaban de ser temáticas de ministerio para volverse fundamentales. Ella insistía en que el Estado debía alentar políticas públicas con "perspectiva de género", aunque no ocultaba, bajo ningún pretexto estratégico, la palabra "feminismo". El Centro Municipal de la Mujer de Vicente López que Diana Staubli dirigiera desde 1993, junto a Marcela Rodríguez, fue la puesta en práctica de esa certeza.

"Esta forma de intervención estatal es la que permite la instrumentación de políticas públicas con perspectiva de género y no sólo políticas dirigidas a las mujeres. La diferencia entre ambas modalidades es la forma en que se concibe a los sujetos sociales destinatarios de las acciones: en las primeras se pretende promover el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres, sentando las bases a través de planes sociales que contengan mecanismos de ‘acciones positivas’ a fin de equiparar las desigualdades, pero apuntando siempre hacia la promoción de su autonomía y pleno ejercicio de su ciudadanía. Las segundas se circunscriben a formas asistencialistas de intervención estatal, que refuerzan los roles y los estereotipos tradicionales." En 1999, el Centro de la Mujer recibió el Primer Premio de Naciones Unidas para la mejor gestión municipal en Defensa de los Derechos Humanos de las mujeres de Latinoamérica y el Caribe.

Aun en medio del dolor más crudo, el que suele encabezar el duelo cuando aún la de las amigas siempre tienen matices graciosos: Diana baila desaforadamente con el cronista Cristian Alarcón durante una ceremonia oficial y es despedida desde lo alto de una mesa en una bufa evocación de Ginger Roger y Fred Astaire. Diana maneja a toda velocidad por las calles de San Isidro y, mientras comete infracciones y los bastiones viriles en cuatro ruedas protestan con diversas variaciones verbales machistas, ella contesta con los consabidos gestos mudos que tildan de impotente, invitan a la pasividad sexual o sugieren pequeñez de atributos, todo con un aire de Victoria Ocampo pero con gorra de jockey o de Isadora Duncan (sólo que ella jamás hubiera permitido que su chal la ahorcara). Diana colocando animales abandonados en e-mails donde mezclaba la arenga ecologista con la puteada a los desalmados, o chistes eróticos que tardaban en bajar por lo menos diez minutos para desesperación de la destinataria, como ése donde el orgasmo masculino era representado por débil parpadeo de la pantalla y el femenino como un sismo capaz de convencer de que había estallado el sistema. Diana secuestrada dentro de su auto estacionado frente a la casa de su vidente en Acassuso, gritando "¡tengo cáncer y me voy a morir, así que si me matan no me importa!" -se señalaba la cabeza pelada por la quimio, "me confundieron con un tipo", contaba-, antes de echar a los agresores en una curva, con una voz de mando, al parecer, espeluznante.
razón no puede con la desmentida del cuerpo, reducido ya a una vaga forma conocida, y se piensa que la voz añorada va a volver a sonar en el teléfono probando que su desaparición formó parte de una pesadilla, las instantáneas de Diana en la memoria

 

Mujeres: La ley del patrón. Diana Staubli

                             MUJERES: LA LEY DEL PATRÓN

                                                                             Diana Staubli
"Patrón, esa sombra que tirita en sus galpones, huella y harapos, comiendo a veces... Patrón, mujeres son..."
"¿Pero por qué hacen tanto escándalo por una chinita?", dicen que preguntó Simón Hoyos cuando lo trasladaban esposado a la comisaría. Y tenía razón.

¿Por qué? ¿Por qué creer que Hoyos es un monstruo solitario, ajeno al estilo local, en donde las violaciones son justificadas por muchos con variadas interpretaciones antropológicas sobre las supuestas costumbres de iniciación de niñas en los pueblos indígenas, que sin prejuicio alguno adoptan los amos blancos?

Si acá nomás, el poder de ciertos apellidos y adinerados bolsillos oculta un crimen feroz contra una mujer con la complicidad policial y de la Justicia, ¿cómo no creer en esos relatos de horror de niñas, mujeres jóvenes y ancianas, allá lejos, en medio del paisaje andino? .

El Patrón, el marido impuesto, el hermano, el primo, el padrastro... Todos tienen derecho a la violencia sexual, a poseerlas como se posee una vaca o una gallina. Y así, de generación en generación, testigos resignadas de la historia que se repite en sus hijas, a ninguna se le ocurre reclamar. Porque el juez, el marido, el capataz, cualquier hombre, es más poderoso que ellas. "Cualquiera es también Patrón."

¿Cuántos casos semejantes pero que no fueron atrapados en un hotel alojamiento conocen este y otro juez de las provincias norteñas? Sólo de oídas, porque la mayoría no llega a sus despachos, porque la Justicia no es parte de la educación y forma de vida de aquellos que son oprimidos tanto en el campo como en la cama.

La Justicia es del Patrón. Así como la casa en donde viven, la comida que comen, la ropa que visten. Y los golpes, y las violaciones.

En definitiva, la muerte cotidiana es parte de la rutina de estas mujeres, que tratadas
como mercadería sexual son abusadas no sólo en la penetración violenta por el sexo del varón sino en la imposición de la esclavitud de vientre, condenadas la mayoría de ellas a parir un hijo tras otro, arriesgando su vida, criando desnutridos y analfabetos, nuevos esclavos para el sistema.sometidas las niñas en una villa de emergencia, y los consecuentes embarazos. "Se hacen mujeres, son personas, se sienten reconocidas."

"La hice mujer", expresó nuestro héroe norteño después de desflorar salvajemente a una niña de doce años. Así, con una expresión parecida, un director de un centro de salud del conurbano bonaerense me justificó las violaciones a las que eran

Llama también la atención, cómo aquellas organizaciones poderosas que dicen representar a las mujeres y que claman por la "vida desde la concepción" guardan silencio. Es que son parte de lo mismo, y así lo demostraron en el último Encuentro Nacional de Mujeres, justamente en Salta, en donde las "patroncitas católicas arrearon a la peonada" y ante una señal determinada, mujeres de tez cobriza con la mirada ausente levantaron la mano en contra del DIU, las píldoras anticonceptivas y el aborto.

Como también guardan silencio aquellos diputados nacionales que durante el tratamiento de la Ley de Delitos contra la Integridad Sexual insistieron con la figura del "avenimiento", mediante la que el violador puede ser perdonado si se casa con su víctima. Y ni qué hablar del Consejo Nacional de la Mujer, ni del Consejo del Menor, o del Ministerio de Trabajo indiferente a la precariedad laboral de la madre de la víctima, seguramente trabajadora en negro durante todos estos años.
Silencio de los amigos. Silencio de la Iglesia. Silencio en la siesta salteña. Sólo la peonada habla a través de los medios, creída tal vez que al fin ha llegado la justicia porque el patrón está preso, sin caer en la cuenta de que no es el único de los alrededores...

Pero a pesar de todo esto, de los silencios y complicidades, del oscurantismo que el patriarcado nos impone aquí y allá, a pesar de todo, las voces de las mujeres se alzan cuando pierden el temor.
"Patrón, una sombra y otra sombra hacen tormentas, y el vendaval no tiene rienda. Patrón, no hay quién las detenga, Mujeres son..."
publicado en www.lafogata.org/mujer

Teresa . Magui Bellotti

                                 Teresa

                                                                                     Magui Bellotti

Antes de comenzar la actividad de esta mesa, queremos dedicarle esta Jornada a Teresa Caferri, la Tere, que nos dejó el 7 de este mes.Tenía 50 años.

Era una amiga, una compañera. Si bien hacía tiempo que no estaba en nuestro grupo, al que perteneció durante varios años, seguimos teniendo esa comunidad de ideas, solidaridades y afectos que sostenemos con nuestras compañeras de vida.

Fue militante de izquierda en los 70, desde los 16 años. Fue secuestrada en la dictadura, detenida desaparecida en el Club Atlético y luego presa política. Finalmente estuvo exiliada en Italia, donde trabajó en organizaciones de exiliados y descubrió el feminismo.

Desde que volvió al país, se mantuvo constante en las luchas que fueron parte inescindible de su vida.
Cuando envié un e-mail comunicando su muerte, recibí respuestas, de Abuelas de Plaza de Mayo, de AMMAR-Capital, de la Librería de Mujeres, de mujeres feministas y de derechos humanos, de Italia y de Argentina, y hasta de personas que no la conocieron.

Defensora de los DDHH de todas y de todos, feminista, socialista, artista, comprometida con cambios profundos y revolucionarios, hoy queremos celebrar su vida.

Laura Devetach nos escribió: "No conocí a Teresita, pero resuena en esa cuerda del alma donde resuenan las vidas nobles. Ustedes hacen un bello camino y todas las que se van, acompañan siempre"
Aquí están sus cuadros, aquí estamos sus compañeras, continuando la tarea.
 

Homenaje a Teresa Caferri en la 24va.Jornada (26-11-05) Tere, Veronica Diz

           Homenaje a Teresa Caferri en la 24va.Jornada (26-11-05)
                                    Tere
                                                                                             Verónica Diz

Tere tenia como 16 años cuando saliendo de su casa se encontró con el entierro de los y las compas asesinados/as en Trelew y eso la conmovió profundamente, fue su toma de conciencia. Empezó a militar en Juventud Guevarista, creo que para ese entonces ya estaba cursando bellas artes.
Secuestraron  y desaparecieron a su compañero "El Irlandés" (tendría que buscar su nombre porque no me acuerdo). Luego la secuestraron a ella, estuvo detenida desaparecida en el Club Atlético y luego la legalizaron y la pasaron a la cárcel de Devoto. Cuando le dieron la opción de salir del país se exilio en Italia. Se que fue allí donde conoció y se involucró para siempre con el feminismo. Pero de esa etapa de su vida no se más.

Yo la conocí en el 97 cuando todos los milicos estaban indultados y habíamos muchos/as que no nos resignábamos a la falta de justicia y empezamos a intentar recuperar la memoria denunciando públicamente a los genocidas (a ella le molestaba bastante que se hable de escrache porque invisilizaba que se trataba de algo mucho mas profundo)

Si tuviera que elegir una palabra para definir a Tere, diría que fue una maestra. No porque saliera a dar testimonio en grandes conferencias sino porque daba testimonio con su vida. Ella me inculcó (en el mejor sentido de la palabra) el feminismo, escuchando al principio todos mis prejuicios, mis idas y venidas, mis dudas con enorme paciencia y con litros de mate amargo y platos de pasta con pesto. El poema de Sepúlveda habla de las "mujeres de mi generación" y me hace pensar en lo importante que Tere fue para mujeres de otra generación (la mía) a la que transmitió sus saberes y su sensibilidad. Ella nos compartió también toda su experiencia de militante de izquierda y de detenida, con enorme prudencia y con la verdad. Decapitó muchos mitos y bajó muchas estatuas del pedestal. Siempre rebelde jamás aceptó en el ámbito militante hacer o decir cosas con las que no estaba de acuerdo, jamás le temió al desacuerdo, jamás obedeció.

Recordando a Tere Caferri y a Diana Staubli

                             RECORDANDO A TERE Y A DIANA
 
                                             Apertura
 
                                 Maria Teresa Caferri

Esta vez puedo hacerlo sin destrozarme...
Ya he caminado sobre mis propios pasos...
Ya he regresado a aquellos lugares donde habían quedado trozos de mi ser... como intentando verificar mi propia experiencia, ser testigo de mi existencia para contarme a mí misma que quien fui soy, que las mujeres podemos construirnos desde nuestros adentros y pese a todas las tormentas de la vida.

Pude comprender que aparte de mi riñón, era mi sonrisa la que había quedado afectada, casi mutilada y con ella mi capacidad de crear... y con ambas, mis deseos de pintar, dibujar, tallar sobre madera, modelar la arcilla... simplemente ser yo: la mujer que había sido antes, antes del terror, antes del terrible esfuerzo hecho para ocultar mi sonrisa ante las pequeñas victorias durante los interrogatorios: victorias construidas a partir de mis silencios.

En la Cárcel de Devoto estaba, por decreto de las Fuerzas Conjuntas, prohibido abrazarse.
Un abrazo a otra compañera nos podía costar largo tiempo de incomunicación en los calabozos de castigo. (¿Tan peligrosamente subversivo era - es? - un abrazo entre las Presas Políticas - entre mujeres - que merecía duros castigos?) El esfuerzo muchas veces hecho dentro de la cárcel, para reprimir a mi cuerpo de esta incomparable transmisión de amor y solidaridad, significó durante años, el entumecimiento de mis músculos frente a las emociones.Necesité de siglos de ternura para romper mis corazas y volver a abrazar "como antes".